Opinión

Ricardo Anaya ¿presidente? Regresa el Ricky Riquín Canallín

¿Imitando el modelo de López o de qué se trata?

Ricardo Anaya insiste en que quiere ser presidente. Argumentos tiene, pero el problema ahora es saber si hacerlo así es una buena idea.

18 Ene, 2021
Ricardo Anaya quiere ser presidente. Otra vez.

Anaya quiere ser presidente.

En septiembre del año pasado, Ricardo Anaya anunció su regreso a la vida pública (o arena política). En aquel primer video, su mensaje fue estructurado y coherente; impecable en términos de imagen.

Un tono personal y cercano con un elemento agradable a la vista: una miniatura de una turbina eólica como elemento decorativo en su casa en Querétaro.

Publicó videos similares a lo largo de las semanas, hasta que el 18 de enero de 2021, el panista anunció que declinaba la invitación del PAN para convertirse en diputado plurinominal.

«Apoyaré las campañas de este año y quiero volver a recorrer todo México para escuchar a la gente y concentrarme en la elección presidencial de 2024. ¡Vendrán tiempos mejores!», dijo en el video, con lo que ha atraído nueva atención de las redes.

«Estoy convencido de que mi papel debe ser otro, para ayudar a que las cosas mejoren. La elección de este año es muy importante, pero la presidencial de 2024, esa será crucial. Por eso quiero concentrarme desde ahora en 2024», agregó.

Las peculiares elecciones de 2018.

¿Que es soberbio? Probablemente. Después de todo, cualquier persona que tenga como proyecto convertirse en presidente de la República debe tener un ego de grandes proporciones.

Resalto la capacidad de oratoria o de debate que ofrece Ricardo Anaya, un atributo que no se le puede negar: comunica bien las cosas y es puntual, pero ello no fue suficiente para la elección presidencial de 2018.

Una elección con circunstancias inusitadas que, aunque lejano al primer lugar, le dio un segundo sitio en las preferencias electorales.

El propio gobierno de EPN colaboró decididamente para obstaculizar el avance de Ricardo Anaya (hasta con PGR de por medio). Una vez teniendo claras las preferencias electorales, prestaron la estructura del PRI para apuntalar el voto por Morena.

El proceso se completó con la inexplicable inclinación (hasta de gente culta y estudiada) por darle el beneficio de la duda a un candidato ignorante y sin preparación, a un personaje bien sustentado en modos e ideas propios del pueblo.

No era un tema de razón, sino de identificación: por eso aplaudieron extasiados los chistes de López en aquellos debates en la elección de 2018, su único recurso ante un pueblo fiel a Televisa y TV Azteca.

Cuando Anaya se acercó a AMLO para confrontarlo, simplemente echó un paso atrás y exclamó: «deja cuido mi cartera», refiriéndose a que todos en el PRIAN son ladrones. También tuvo la ocurrencia de apodarle Ricky Riquín Canallín.

Pero lo hicieron ganar en una elección histórica, a ese de los chistes de primaria.

Los hechos.

De antología fueron los tremendos zascas que propinó Anaya en aquellos días al entonces candidato de Morena, pues lo expuso (naturalmente) como lo que siempre ha sido: un ignorante incapaz de entender el mundo moderno. 

Y tenía razón, después de todo ahí anda pensando en Dos Bocas y una «soberanía energética» que sólo sería real a través de las energías renovables, pues el potencial de México en ese sentido es fabuloso.

Pero pues no le gustan en el paisaje y de plano añora los gloriosos años de Cantarell y la música disco. Da igual si son eólicas, para él son «eóticas» y son ventiladores neoliberales. Austero hasta en las ideas, como se ha visto a lo largo de dos años de una gestión incompetente, negligente y corrupta.

Tras la incertidumbre, lo criminal: un manejo de pandemia vergonzoso que ha traído ciento cuarenta mil muertes, sin planes de vacunación coherentes, ni esquemas de ayuda o apoyo a pymes.

Un gobierno en el que imperan adjudicaciones directas, opacidad y cinismo, a cambio de chistes de primaria, dichos y dicharachos, agregando en 2021 un potencial conflicto político con Estados Unidos, el principal socio comercial de México.

Ricardo Anaya quiere ser presidente. O Ricky Riquín Canallín.

¿Por qué así, Anaya?

No me interesa saber sus opiniones con respecto a Anaya. Simplemente celebro que esté de vuelta en la política porque se necesitan más voces opositoras de todos los colores.

No sólo estará expuesto al escarnio y ataque desde el propio gobierno, sino de más opositores. A fin de cuentas, su influencia dentro del Partido Acción Nacional (PAN) provocó heridas, traiciones y renuncias, resaltando a Felipe Calderón y a Margarita Zavala.

Llama la atención que decida hacer recorridos por el país, tal como hizo López Obrador durante años. ¿Con qué sectores antagonistas al presidente podrá conectar, con qué líderes u operadores? Y también, ¿con qué recursos podrá mantener ese trabajo?

Tiene razón en afirmar que otros seis años de Morena significarán la destrucción de todo (y eso que sólo llevan dos), ¿pero será capaz de prosperar en sus intenciones? Parece imposible.

El modelo de partidos que conocimos terminó en 2018: hoy el juego político debe reordenarse, pero no desde la iniciativa de caudillos o protagonistas en lo individual, sino en lo colectivo.

La percepción debe ser otra pero, como sea, Ricardo Anaya tomó la decisión de hacerlo así. Si quieren apodarlo Chicken Little o Ricky Riquín Canallín, adelante. Seguro le divierte al Cacas.