Opinión

El bosque de las ánimas, un lugar hermoso y lleno de vida.

Un bosque mágico.

La vida es un instante, no importan los años.

13 Ene, 2021

Me gustaría vivir en un lugar rodeado de naturaleza: el bosque de las ánimas.

Les hablaré del bosque de las ánimas, una idea que me gusta mucho. Una que, también, tiene que ver con morir.

Nunca he tenido sentimientos adversos hacia la muerte. Como todos, la he visto cercana por alguna razón u otra, como también ha tocado una parte consciente de mí al comprobar que alguien se ha ido, y que sigo yo.

Quizás nunca he vivido duelo alguno, y no porque no quiera a las personas, sino porque sé muy bien que se está aquí y ahora, pero un instante después ya no. 

Tal vez influya en dicho desapego que no soy padre y tengo una familia muy reducida, mamá y hermano, con algunos tíos y primos en otros países, pero con quienes casi nunca hablo. No lo sé.

Aunque sí creo que esta forma de percibir es consecuencia lógica de lo que llamo una correcta alineación en el momento adecuado por las personas adecuadas, en una tarea desinteresada para procurarme un mejor desarrollo. Espero que no me muera antes de hacer algo mínimamente decente, caray.

Los trámites de la vida.

En dos ocasiones supe del fallecimiento de personas a quienes tenía en mi agenda de contactos. De haber conocido a sus deudos, habria expresado mis condolencias, pero hice lo único que podía hacer: borrar sus contactos de mi teléfono.

Puedo entender lo que viven los demás en momentos de luto, pero la realidad es que no conecto emocionalmente con ello. Cosa que sí me ha pasado con mascotas, por ejemplo, las cuales me han conmovido muchísimo. A la fecha extraño a mi gato Pancho Pantera

Sí he ido a algunos funerales porque me han invitado a asistir (o lo tomo como una invitación), pero además de que nomás no sé de qué va todo eso, son situaciones y lugares cuyos trámites se me hacen larguísimos. Odio los trámites.

Tal vez en ciertos casos, si es alguien muy mayor o si padecía una enfermedad, la sorpresa para los deudos no sea tanta. Después de todo, las probabilidades están al aire cuando merma la salud.

Lo realmente devastador debe ocurrir para los que siendo padres, les toque ver morir a sus propios hijos. Es obvio que se les va el alma en ello: desde sus entrañas tendieron hilos invisibles con sus vástagos y fueron cortados de forma inesperada.

Qué hermoso sería el bosque de las ánimas.

El bosque de las ánimas.

Siempre, para cada caso, debe existir el duelo. Las cosas fluyen y las emociones se van despejando, permitiendo a los que viven, si es que lo hacen, ver que hoy es un día más.

Y hoy cuántas noticias de fallecimientos a consecuencia del COVID-19, tantas como más de 185,000 que fueron vidas buenas, malas, regulares, pero con vacíos y ausencias en tantos hogares y con tantas familias.

Lo que a mí me gustaría es que cuando yo muera sea incinerado. Que caven un hoyo, depositen mis cenizas y siembren ahí un árbol que, con suerte, será grande y frondoso. Así, si alguien quisiera saludarme, podría visitar ese árbol con el que me hice uno solo. Hacer un picnic, escalarme o hasta construir una casa sobre mis ramas.

Quisiera que no hubiese cementerios sino hermosos bosques en los que cada árbol sea el legado de los que no están, para rendir homenaje a la naturaleza y al ciclo interminable de la vida, ese proceso terrible y desfiante que nos transforma de tantas maneras.

Por supuesto, se llamaría el bosque de las ánimas. Un lugar hermoso y lleno de vida.